El Airspeeder Mark I, creado por Alauda durante los últimos dos años, parece sacado de La Guerra de las Galaxias. Técnicamente es un quadcopter, es decir, esencialmente un dron grande, como los taxis aéreos de Dubai. El medio de transporte posee un solo asiento para un piloto humano y supuestamente puede conseguir velocidades de hasta 200 kilómetros por hora y navegar a una altitud de hasta 3 kilómetros.
Con hélices de madera hechas a medida, un marco de aluminio y cuatro motores eléctricos que cuentan en conjunto con 268 caballos de fuerza, el “automóvil” es pilotado de forma muy parecida a un avión tradicional con palancas de mando que controlan el cabeceo y el balanceo, y pedales de guiñada y aceleración.
No existen ruedas, por lo que la legalidad en las calles no es realmente un tema; y por ahora, eso tampoco viene al caso.
“Queremos construir el automóvil deportivo del cielo y para llegar allí, necesitamos una carrera”, dice en un video promocional el fundador de la compañía, Matt Pearson.
Su ambición es lanzar un deporte completamente nuevo, un evento aéreo estilo Grand Prix en 2020. Es un objetivo ambicioso para una compañía que aún no ha realizado vuelos de prueba tripulados, aunque en una nota sobre su financiamiento recientemente cancelado en la plataforma Kickstarter vuelve a confirmar el plazo.
Alauda no constituye la única empresa que establece la conexión entre los automóviles voladores y el deporte. En el verano boreal pasado, Toyota anunció que estaba desarrollando un auto volador que esperaba que encendiera la antorcha olímpica de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
El llamado proyecto Sky Drive aparentemente tuvo un comienzo difícil; en un vuelo de prueba no tripulado llevado a cabo hace varios meses, logró elevarse a unos pocos pies del suelo antes de estrellarse y dañar sus hélices. Toyota, que actualmente está reajustando el diseño, planea el primer vuelo tripulado de Sky Drive para 2019.
¿Está el negocio de los autos voladores — que hay que reconocer que incluso llamarlo así es una exageración a estas alturas — superándose a sí mismo? ¿Qué se necesita realmente para convertir una rareza tecnológica en un deporte auténtico? Revisando la génesis de otros deportes, ir directamente a carreras competitivas tiene más sentido de lo que parece a primera vista.
“La analogía correcta para esto es el ciclismo”, explica Robert Edelman, profesor de historia del deporte de la Universidad de California en San Diego. “Si buscas historias de ciclismo, alguien inventó la bicicleta y se convirtió en una forma de transporte para la clase trabajadora, ya que no podían pagar carruajes o, más adelante, automóviles, y luego se les ocurrió hacer carreras competitivas como una forma de popularizar las bicicletas y venderlas”.